En las revisiones pediátricas, es frecuente que se hable de hierro, anemia o suplementos. ¿Es lo mismo tener anemia que tener déficit de hierro? Aunque están relacionados, no son exactamente lo mismo, y entender la diferencia es clave para detectar problemas a tiempo y prevenir complicaciones.
En este artículo te explicamos en qué se diferencian, qué puede indicar cada uno y cuándo es necesario intervenir.
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¿Qué es el hierro y por qué es tan importante?

El hierro es un mineral fundamental para el organismo. Su función principal es participar en la formación de hemoglobina, una proteína de los glóbulos rojos encargada de transportar el oxígeno por la sangre. Sin hierro, la hemoglobina no se produce en cantidad suficiente, y las células del cuerpo no reciben el oxígeno que necesitan.

Además, el hierro también interviene en el desarrollo cerebral, el sistema inmunológico y la producción de energía.

Durante la infancia, el hierro es esencial para un crecimiento y desarrollo saludables, y su déficit puede afectar tanto a nivel físico como cognitivo.

¿Qué es el déficit de hierro?

El déficit de hierro (o ferropenia) ocurre cuando las reservas de hierro del cuerpo están por debajo de lo necesario, pero aún no ha afectado los niveles de hemoglobina.

Es decir, el niño todavía no tiene anemia, pero ya se encuentra en una etapa de carencia, que puede avanzar si no se corrige a tiempo. Esta situación se conoce como ferropenia no anémica.

Puede detectarse mediante análisis de sangre que miden:

Consecuencias de la ferropenia en la madre

•    Ferritina: refleja las reservas de hierro.
•    Hierro sérico: indica cuánto hierro circula por la sangre.

En esta fase, los síntomas pueden ser sutiles o pasar desapercibidos: fatiga, irritabilidad, dificultad para concentrarse o caída de cabello.

¿Y qué es la anemia por déficit de hierro?

Cuando el déficit de hierro persiste o se agrava, el cuerpo ya no puede fabricar suficiente hemoglobina, y entonces aparece la anemia ferropénica.

Es el tipo de anemia más común en la infancia. En este caso, los análisis de sangre muestran:

•    Disminución de la hemoglobina.
•    Disminución del hematocrito (porcentaje de glóbulos rojos en la sangre).
•    Cambios en el tamaño y forma de los glóbulos rojos.

La anemia ferropénica es la consecuencia final del déficit de hierro, cuando ya se ha agotado la reserva y se ve comprometido el transporte de oxígeno.

¿Cómo se manifiestan en los niños?

En la fase de déficit de hierro:

•    Cansancio más evidente de lo habitual.
•    Irritabilidad o bajo rendimiento escolar.
•    Uñas frágiles, palidez o lengua lisa.
•    Mayor predisposición a infecciones.

En la fase de anemia:

•    Fatiga persistente y debilidad.
•    Mareos o sensación de falta de aire con el esfuerzo.
•    Palidez más marcada.
•    Falta de apetito.
•    En casos severos, retraso en el crecimiento.

¿Cómo se detecta?

La única forma de saberlo con certeza es mediante una analítica de sangre. En la consulta, el pediatra valorará síntomas, alimentación y antecedentes. Si hay sospecha, puede solicitar un estudio con:

•    Hemograma completo (hemoglobina, hematocrito, VCM).
•    Ferritina.
•    Hierro sérico y transferrina.

¿Cuál es el tratamiento?

Depende del grado:

•    Déficit de hierro sin anemia: suele corregirse con ajustes en la alimentación o suplementos, siempre bajo control médico.
•    Anemia ferropénica: requiere tratamiento con suplementos de hierro durante varias semanas o meses, junto con cambios en la dieta.

Es importante no automedicar ni dar suplementos por cuenta propia, ya que el exceso de hierro también puede ser perjudicial.

¿Se puede prevenir?

Sí. La prevención se basa en: 

•    Una alimentación rica en hierro, adaptada a la edad (carnes magras, legumbres, huevos, vegetales de hoja verde, cereales fortificados).
•    Combinar estos alimentos con fuentes de vitamina C (naranja, kiwi, tomate) que favorecen la absorción.
•    Evitar el consumo excesivo de lácteos, ya que dificultan la absorción del hierro si se toman en exceso.
•    Seguir las pautas de alimentación complementaria desde los 6 meses.
•    En algunos casos, el pediatra puede indicar suplementos preventivos, por ejemplo, en bebés prematuros o con riesgo elevado.

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No, no es lo mismo tener déficit de hierro que tener anemia, aunque uno puede llevar al otro si no se actúa a tiempo. Detectar la ferropenia en su fase inicial permite corregirla antes de que afecte al desarrollo del niño.

Una buena alimentación, revisiones periódicas y estar atentos a los primeros síntomas son las claves para cuidar la salud y el crecimiento de los más pequeños. Ante cualquier duda, el pediatra será quien mejor pueda valorar si es necesario realizar estudios o iniciar tratamiento.

Referencias:

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