Cuando un niño se resfría o tiene gripe, es habitual que los padres estén preparados para los mocos, la tos o la fiebre. Pero no siempre se espera que, además de los síntomas respiratorios, aparezcan molestias digestivas como dolor de tripa, náuseas, vómitos o incluso diarrea.
¿Tiene algo que ver? ¿Es casualidad o los virus respiratorios también afectan al sistema digestivo?
La respuesta es sí, y es más frecuente de lo que parece, sobre todo en bebés y niños pequeños.
En este post te explicamos por qué ocurre esto, qué síntomas pueden aparecer, y cómo puedes cuidar la salud digestiva de tu hijo cuando está con un virus respiratorio.
El cuerpo humano está interconectado, y eso también se aplica a los sistemas respiratorio y digestivo. Aunque se ocupan de funciones distintas, ambos comparten una cosa muy importante: una gran parte del sistema inmunológico.
Tanto el aparato respiratorio como el digestivo están recubiertos por mucosas que actúan como defensa frente a virus, bacterias y otros patógenos. Cuando un virus entra por la nariz o la boca, puede afectar más de una zona, especialmente en los más pequeños, cuyo sistema inmune aún está en desarrollo.
Además, muchos virus respiratorios no se limitan al sistema respiratorio. Algunos pueden llegar a la sangre o afectar otras mucosas, como la intestinal. Por eso, no es raro que en el mismo proceso haya síntomas respiratorios y digestivos a la vez.
Varios virus muy comunes en niños pueden afectar tanto a las vías respiratorias como al aparato digestivo. Algunos ejemplos:
Virus respiratorio sincitial (VRS): típico del invierno, puede provocar bronquiolitis, pero también vómitos, diarrea o inapetencia.
Gripe (virus influenza): además de fiebre y tos, puede causar dolor abdominal, náuseas o vómitos.
Adenovirus: puede dar síntomas respiratorios y digestivos al mismo tiempo.
Coronavirus (incluido el SARS-CoV-2): en algunos casos, los síntomas iniciales en niños son más digestivos que respiratorios.
Rinovirus (resfriado común): suelen causar síntomas leves, pero también pueden provocar náuseas o molestias estomacales en niños.
No todos los niños presentan los mismos síntomas, pero durante un virus respiratorio pueden aparecer:
Dolor o malestar abdominal
Náuseas o vómitos (sobre todo al toser mucho o con fiebre alta)
Diarrea leve o heces blandas
Falta de apetito
Más gases o hinchazón abdominal
En la mayoría de los casos, estos síntomas no duran mucho y desaparecen a medida que el cuerpo se recupera del virus. Pero sí pueden causar incomodidad y afectar la hidratación o la alimentación del niño, por lo que conviene acompañarlos bien.
Además del propio virus, hay otros factores que afectan al sistema digestivo cuando un niño está enfermo:
Tragar mucosidad: los niños, sobre todo los más pequeños, tragan las flemas sin darse cuenta, y eso puede irritar el estómago.
Respirar por la boca: favorece que se trague aire y puede generar gases o molestias.
Medicamentos: algunos antitérmicos, jarabes o antibióticos pueden alterar la flora intestinal y causar efectos secundarios digestivos.
Fiebre: puede provocar náuseas o vómitos, especialmente si hay deshidratación.
Aunque no se puede evitar que un virus afecte al sistema digestivo, sí puedes ayudar a tu hijo a sentirse mejor con medidas sencillas:
Ofrecer comidas ligeras y fraccionadas: arroz, purés, sopas suaves, plátano o manzana cocida pueden ser buenas opciones.
No forzar a comer: es normal que el apetito baje. Lo importante es mantener la hidratación.
Asegurar buena hidratación: agua, caldos, infusiones infantiles, leche materna en bebés... todo suma.
Evitar alimentos pesados o muy azucarados: mejor dejar para más adelante los fritos, dulces o procesados.
Consultar al pediatra sobre probióticos: algunas cepas, como Lactobacillus rhamnosus GG (LGG®), pueden ayudar a mantener el equilibrio de la microbiota intestinal, especialmente si el niño toma antibióticos o ha tenido diarrea leve.
¿Cuándo preocuparse?
Consulta con el pediatra si:
Los vómitos son persistentes o hay signos de deshidratación (menos pipí, boca seca, decaimiento).
La diarrea es muy intensa o con sangre.
El dolor de tripa es fuerte o localizado.
El niño no puede comer ni beber nada durante varias horas.
Hay fiebre alta que no baja o empeora el estado general.
Referencias: