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La infección por Helicobacter pylori es una de las más comunes en todo el mundo. Aunque muchas veces no produce síntomas, cuando afecta a los niños puede provocar molestias digestivas que generan preocupación en las familias.
En este post te explicamos de forma clara qué es Helicobacter pylori, cómo se manifiesta en la infancia y cuándo conviene consultar con el pediatra.
Helicobacter pylori es una bacteria que vive en el estómago y que tiene la capacidad de resistir el ambiente ácido de este órgano. En algunas personas, puede permanecer durante años sin causar ningún problema. Sin embargo, en otros casos, provoca inflamación de la mucosa gástrica (gastritis), úlceras e incluso molestias digestivas persistentes.
La mayoría de las infecciones por Helicobacter pylori se adquieren durante la infancia, a través del contacto con saliva u objetos contaminados. El riesgo aumenta en ambientes con malas condiciones higiénicas o cuando conviven muchas personas en un mismo hogar.
Muchos niños con Helicobacter pylori no presentan ningún síntoma, y la infección se detecta por casualidad. Sin embargo, cuando hay molestias, los síntomas más habituales son los siguientes:
Dolor abdominal recurrente, especialmente en la parte alta del abdomen o en el “boca del estómago”
Sensación de hinchazón o llenarse pronto al comer
Náuseas o malestar tras las comidas
Eructos frecuentes
Pérdida de apetito
En algunos casos, vómitos ocasionales
Mal aliento persistente (halitosis), sin causa evidente
Fatiga o decaimiento, si la infección se asocia a anemia
Cabe destacar que estos síntomas no son exclusivos de Helicobacter pylori. Muchos de ellos también pueden aparecer en otras afecciones digestivas comunes en la infancia, como el reflujo, la dispepsia funcional o las intolerancias alimentarias. Por eso, no se debe asumir la presencia de esta bacteria solo por la presencia de dolor abdominal.

En algunos casos, sí. Aunque en la mayoría de los niños la infección no evoluciona a cuadros graves, Helicobacter pylori puede causar:
Gastritis crónica (inflamación persistente del revestimiento del estómago)
Úlcera gástrica o duodenal, que puede provocar dolor más intenso o sangrado (vómitos con sangre o heces oscuras)
Anemia por déficit de hierro, especialmente si hay microhemorragias gástricas
Por eso, es importante evaluar correctamente los síntomas y actuar si es necesario.
El pediatra valorará si es conveniente investigar la presencia de Helicobacter pylori según los síntomas, la edad del niño y sus antecedentes médicos. Las pruebas más utilizadas son:
Test del aliento: muy utilizado en niños mayores de 6 años. Es una prueba no invasiva, segura y bastante precisa.
Análisis de heces: detecta la presencia de la bacteria en la materia fecal. También se emplea para confirmar si el tratamiento ha sido eficaz.
Endoscopia digestiva: se realiza solo en casos seleccionados, cuando los síntomas son importantes o hay sospecha de úlcera.
No se recomienda hacer pruebas rutinarias a todos los niños con dolor abdominal, ya que muchas molestias digestivas no están relacionadas con esta bacteria.
Si se confirma la presencia de Helicobacter pylori y hay síntomas relevantes, el pediatra o el especialista en digestivo infantil puede indicar un tratamiento para erradicar la bacteria.
El tratamiento consiste en:
Una combinación de antibióticos durante 10 a 14 días
Un medicamento llamado inhibidor de la bomba de protones, que reduce la acidez del estómago y ayuda a que el tratamiento sea más eficaz
Además, algunos probióticos, como la cepa Lactobacillus Rhamnosus GG pueden ayudar a mantener el equilibrio de la flora intestinal durante el tratamiento con antibióticos y contribuir al bienestar digestivo del niño. Su uso debe ser siempre consultado con el pediatra, especialmente en tratamientos prolongados o en niños con molestias intestinales previas.
Tras finalizar el tratamiento, se suele hacer una prueba (de aliento o heces) para comprobar que la bacteria ha sido eliminada.
Debes acudir al pediatra si tu hijo:
Tiene dolor abdominal frecuente o que interfiere en su rutina
Presenta malestar después de comer o náuseas frecuentes
Pierde el apetito o el peso de forma significativa
Vomita con frecuencia o tiene vómitos con sangre
Tiene heces oscuras o anemia sin causa clara
Ya ha sido tratado por Helicobacter pylori y los síntomas persisten
Referencias:
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