La vuelta al colegio no solo marca el inicio de nuevas rutinas, actividades y aprendizajes. También es una etapa de mayor exposición a virus, bacterias y cambios en la alimentación que pueden afectar la salud digestiva de los niños. En este contexto, la microbiota intestinal —ese conjunto de microorganismos que habita principalmente en el intestino— juega un papel clave en la protección frente a infecciones, el correcto funcionamiento del sistema inmunológico y el bienestar general del niño.
¿Sabías que el 70% de nuestras defensas están en el intestino? Cuidar la microbiota desde la infancia es una inversión en salud, y el inicio del curso escolar es un buen momento para prestar atención a este aspecto.
Durante las vacaciones, los horarios son más flexibles, la alimentación suele ser más variada (o a veces más desordenada), y hay menos contacto con otros niños. Con la vuelta al cole, hay factores que pueden desequilibrar la microbiota:
Mayor contacto con virus e infecciones respiratorias o digestivas.).
Cambios en la dieta, especialmente si el niño come en el comedor escolar.
Inicio o reinicio de tratamientos con antibióticos.
Estrés o falta de sueño, que también pueden influir en la salud intestinal.
A continuación, te damos algunas recomendaciones sencillas y prácticas:
Los alimentos ricos en fibra sirven de “comida” para las bacterias beneficiosas del intestino. Incluir frutas, verduras y legumbres en la dieta diaria del niño ayuda a mantener una microbiota equilibrada.
Ofrécele fruta entera en lugar de zumos.
Añade pequeñas cantidades de legumbres en purés o sopas.
Incorpora verduras variadas en las comidas de forma atractiva (salteadas, al horno, en tortillas…).
Introduce frutos secos molidos o en crema (si no hay alergias) en meriendas o desayunos.
Yogur natural, kéfir o quesos curados son alimentos que contienen probióticos naturales que pueden contribuir al equilibrio de la flora intestinal. Siempre que sea posible, opta por versiones sin azúcares añadidos.
Los productos ultraprocesados (bollería industrial, snacks, zumos envasados, etc.) pueden alterar la composición de la microbiota y favorecer el desequilibrio entre bacterias beneficiosas y perjudiciales.
Los ritmos biológicos, incluyendo el digestivo, se benefician de una rutina estable. Comer a las mismas horas y dormir lo suficiente también ayuda a que la microbiota funcione de forma óptima.
El agua favorece el tránsito intestinal y ayuda a mantener las funciones digestivas. Asegúrate de que el niño bebe agua a lo largo del día, sobre todo si vuelve a practicar deporte o las temperaturas aún son altas.
En algunos casos, puede valorarse el uso de probióticos —suplementos que contienen microorganismos beneficiosos— especialmente si el niño ha tomado antibióticos recientemente o tiene tendencia a infecciones recurrentes o problemas digestivos.
Uno de los probióticos más conocidos y estudiados es Lactobacillus rhamnosus GG (LGG). Esta cepa se ha utilizado ampliamente en edad pediátrica por su seguridad y capacidad para ayudar a mantener el equilibrio de la microbiota intestinal. El LGG vive de forma natural en nuestro cuerpo, sobre todo en el intestino, y ayuda a prevenir el crecimiento de bacterias perjudiciales.
Su uso suele ser seguro y bien tolerado, aunque siempre es recomendable consultar con el pediatra antes de iniciar cualquier suplemento, ya que no todos los probióticos son iguales ni están indicados para todas las situaciones.
Una microbiota saludable no solo mejora la digestión. También tiene efectos positivos sobre el sistema inmunológico.
Con el inicio del curso escolar, los niños están más expuestos a factores que pueden alterar su salud intestinal. Por eso, cuidar la microbiota en esta etapa es clave para su bienestar general. Una dieta equilibrada, rica en fibra y alimentos fermentados, buenos hábitos de sueño y una correcta hidratación son las bases para mantener una flora intestinal fuerte y resistente.
Si tienes dudas o tu hijo presenta síntomas digestivos frecuentes (dolor abdominal, estreñimiento, diarrea…), consulta con su pediatra para valorar si es necesario un refuerzo adicional con probióticos o ajustes en la alimentación.
Referencias: