En verano, solemos prestar atención a la protección solar, a mantenernos hidratados o a evitar los golpes de calor. Pero hay una parte del cuerpo que muchas veces olvidamos y que también necesita cuidados durante esta época: la mucosa nasal.
La nariz es mucho más que una vía de entrada del aire. Su revestimiento interno, la mucosa nasal, actúa como un filtro natural que protege al organismo de partículas, alérgenos, virus y bacterias. Y en verano, por distintos factores, esta zona puede resentirse más de lo que imaginamos.
Aunque relacionamos la sequedad nasal o la congestión con el invierno, en verano también hay motivos que pueden alterar la mucosa nasal:
El uso prolongado de aire acondicionado reseca el ambiente, lo que puede provocar sequedad en las vías respiratorias. Esto es especialmente frecuente en niños que duermen con el aire encendido toda la noche o en espacios muy refrigerados.
Pasar del calor intenso del exterior al frescor del interior (coches, centros comerciales, habitaciones con aire) puede alterar la regulación natural de la mucosa nasal, provocando desde sequedad hasta congestión reactiva.
El cloro de las piscinas, aunque necesario para mantenerlas limpias, puede resultar irritante para las mucosas. Algunos niños presentan rinitis química tras nadar con frecuencia, con síntomas como goteo nasal, picor o estornudos.
El verano también puede estar acompañado de alergias a pólenes, ácaros o polvo, especialmente en zonas secas o rurales. Estas alergias inflaman la mucosa nasal y pueden generar molestias persistentes.
Durante las vacaciones, es frecuente cambiar de clima, altitud o entorno. Estas modificaciones pueden afectar temporalmente a la mucosa nasal, provocando sensación de taponamiento o sequedad.
Una mucosa nasal sana cumple funciones clave:
Filtra el aire que respiramos, atrapando polvo, alérgenos y microorganismos.
Hidrata y calienta el aire antes de que llegue a los pulmones.
Actúa como defensa inmunológica, generando una barrera contra infecciones respiratorias.
Cuando esta mucosa se reseca, irrita o inflama, pierde parte de su función protectora y aparecen síntomas como sequedad, congestión, estornudos, picor o incluso sangrados nasales.
En niños, estas molestias pueden interferir en el descanso nocturno, aumentar la susceptibilidad a infecciones y dificultar la respiración, sobre todo en los más pequeños que todavía no saben sonarse bien.
Existen medidas sencillas que ayudan a mantener esta zona en buen estado:
El agua no solo hidrata el cuerpo, también ayuda a mantener las mucosas nasales funcionales. Ofrece agua con frecuencia, especialmente si hace mucho calor o si el niño realiza actividad física.
Usar suero fisiológico o soluciones salinas isotónicas ayuda a mantener la mucosa limpia e hidratada. No hace falta abusar de los lavados, pero sí pueden ser útiles después de la piscina, al final del día o en caso de exposición a polvo o aire seco.
En verano, muchos padres siguen utilizando aspiradores nasales por costumbre. Sin embargo, su uso debe limitarse, ya que puede irritar aún más una mucosa ya inflamada o reseca. Mejor optar por lavados suaves y, si es necesario, acompañarlos de hidratación posterior.
Algunas soluciones en spray con ácido hialurónico ayudan a mantener la mucosa nasal hidratada y a favorecer su reparación. Son especialmente útiles tras exposición prolongada al aire seco o después de los lavados.
Si pasáis mucho tiempo en espacios con aire acondicionado, intenta ventilar con frecuencia y, si es posible, usar humidificadores para equilibrar el ambiente.
Aunque la sequedad nasal suele ser leve, es importante acudir al pediatra si:
El niño tiene sangrados nasales frecuentes.
Aparece congestión persistente que no mejora con lavados.
Hay síntomas de alergia no controlada.
Se observa malestar general, fiebre o dolor, que podrían indicar una infección.
El verano puede ser una época maravillosa para disfrutar en familia, pero también es una temporada que plantea nuevos retos para la salud de los niños. Cuidar la mucosa nasal es una forma sencilla y efectiva de prevenir molestias, mantener sus defensas en forma y garantizar una buena calidad respiratoria durante los meses más cálidos.
Pequeños gestos, como hidratar bien, lavar suavemente la nariz o protegerlos del aire seco, pueden marcar una gran diferencia. Porque, al igual que protegemos su piel del sol, también podemos proteger sus vías respiratorias con información y prevención.